Siempre he sido de las personas que se caracteriza por llevar un estilo clásico en su vida. En temas personales, prefiero las relaciones tradicionales y que se enriquezcan con la interacción diaria. En temas laborales, me ha gustado efectuar métodos cotidianos para la generación de engagement: una llamada para conectar cita previa; un e-mail remitiendo un propuesta de valor diferente y referida de un contacto personal; un chat en el que un mensaje corto sea la esencia del inicio de una alianza comercial. Y en los demás ámbitos, guardo la misma línea.
Iniciar un propósito personal es complejo. Hay que establecer el método por el cual se inicia para llevarlo a cabo con disciplina y constancia. Acto seguido, hay que establecer el equipo de trabajo que complementará la sinergia con la cual se causará un mayor impacto. Por último, se debe trazar la estrategia por la cual se logrará los objetivos planteados y considerar una razón de éxito cuando la cima sea conquistada.
Dentro de mis acciones en los diferentes escenarios por los que he pasado, he procurado cumplir con mi decálogo de principios morales; por supuesto, tradicionales y ortodoxos.
Alguna vez (cuando aún estaba en la universidad) tuve una conversación interesante con el decano de mi facultad. Le estaba comentando la idea de negocio inicial sobre la creación de una empresa de consultoría en marketing. El tipo me abría los ojos cada vez que le relataba mi lineal visión de empresa. Parecía que estaba hablando con alguien de primer semestre que hasta ahora iba a montar un plan de negocio para pasar la materia de fundamento de marketing.
Al finalizar la charla, quedé perplejo con las observaciones que me indicó; parecía que las ideas que me había dado eran locas, salidas de tono e incluso incongruentes. Como mi perspectiva era “rígida” no le puse cuidado y continué con la idea de negocio, la cual fracasó en el primer semestre de implementación.
Con el tiempo, fui adquiriendo la experticia necesaria para ir entrenando mi mente a ser más asertiva. En cada proyecto que firmaba, aprendía lo suficiente para seguir creciendo en la escalera del éxito. Hubo bastantes caídas, y una que otra que marcó vigorosamente el rumbo de mi vida, pero nada que un pensamiento diferente e incomparable pueda marcar la diferencia en el entorno competitivo.
A raíz de aquella charla, mi pensamiento general fue cambiando a uno sistémico. Las ideas que en algún momento fueron “locas” se convirtieron en mis mandamientos capitales de marketing. En cada plan de mercadeo que entrego, no sólo va un documento escrito con Objetivos, estrategias, tácticas y plan de acción; va una esencia única en la cual las personas sienten que están en un universo paralelo.
A universo paralelo hago alusión con el título de este artículo.
Mi última experiencia personal reforzó en mayor medida mi know how diferencial.
Resulta que conocí una persona desde hace un tiempo; una mujer incomparable y única, que como en marketing relacional, generó una experiencia de vida memorable. Me invitó a un plan que nunca pensé ir; TOMAR YAGE.
Como en todos los planes, cuadramos el día y la hora. Tomamos camino y en el trayecto charlamos delicioso. Al llegar al sitio, me impresionó porque la fachada no es conforme con el aviso; en un cartel grande decía “CAMPING” pero al entrar, el camino en asfalto me hizo dudar. Nos bajamos del carro y empezamos a caminar por un kilometro, en donde visualicé un sendero espectacular, decorado con luces y un ambiente ameno. De ahí la premisa “que el asfalto no tape el bosque”.
Al llegar al recinto, separamos nuestro cupo y comenzamos una experiencia totalmente relacional; las personas que se encontraba allí nos saludaban con abrazos y mensajes cuyo contenido esencial era el afecto. Era tan buena la “buena vibra” que hasta el defensor acérrimo de una conducta egoísta es capaz de caer ante tan etéreo escenario.
La “reunión” comenzó con las palabras de bienvenida de un señor mayor, el cual guarda una reputación de respeto entre los congregados. Al terminar, me explicaron la metodología y acto seguido, a lo que vinimos vamos; ¡sin mente y a beber YAGE!
Al principio, me dijeron que me sentiría normal, pero con el paso de los minutos, comenzó la sensación de nauseas. A los 20 minutos, me sentía sumamente cansado, pero relajado. Decidí acostarme y literalmente, el mundo pasó por mis ojos!
¡La proyección que la esencia realiza en el sistema inmunológico y nervioso es magistral! Los miedos, las fobias, la incertidumbre, los deseos más reprimidos y otra cantidad de sensaciones constreñidas pasaron por mis ojos. Pude observar un mundo paralelo al real, con una tranquilidad absoluta y una relajación total. Simplemente, la experiencia fue maravillosa!
El despertar de la mañana siguiente fue normal, pero con una ligereza en mi cuerpo y una viveza emocional. Quería devorarme el mundo con la experiencia vivida. Quería llevar a cabo ideas más locas que toquen las fibras de cada uno del público objetivo. Simplemente, quería construir más planes de mercadeo desde una perspectiva divergente, omnipresente y cuya humanización sea visible en cada activación de marca.
Para muchas personas, las “visiones” “sueños” y “proyecciones” de nuestro subconsciente son inválidas; son meras especulaciones que en un momento de “resplandor” nacen en el presente y se mueren en la perspectiva.
No soy practicante innato de estas artes milenarias, ni mucho menos pretendo ser evangelizador para “captar” la mayor cantidad de personas y convencerlos de practicar cosas que ellos jamás hayan probado; pero si pretendo comunicar lo delicioso que es experimentar nuevas formas de ver la vida, para que al menos, desde un punto de vista personal se mejore la calidad de vida, y desde una óptica empresarial, miremos a nuestros clientes desde todos los ángulos posibles; líneas, triángulos, cuadros, figuras etéreas y hasta personajes sin un significado concreto para ver si por fin la mayoría de empresas pueden conectar emocionalmente con sus segmentos de mercados.